EDU VÁZQUEZ




GEORGINA


En la barra, permanece anclado el último cliente del bar. Con la mirada fija en el fondo del vaso, como cada día, cada noche. Ella observa el esmalte rojo de sus uñas, mientras ordena las botellas. Manos agrietadas de dedos largos, marcadas por el frío, por el uso, la caricia extrema que nunca regaló al hombre adecuado. La noche parece caer ahora con todo su peso sobre la espalda. La atmósfera es demasiado densa, el humo condensado, el olor a piel y sudor. El tiempo que se detiene.
Dos hombres salen del baño, la miran como a un objeto más, algo que hace tan sólo un par de horas podría haber resultado útil, quizá menos ajeno, y que se convierte ahora en simple mobiliario. La caza se abandona por puro cansancio. Ella intenta arreglarse el pelo, el escote, situar la falda en el punto exacto que le enseñó su madre. Para ganar ciertas cosas has de conocer ciertos trucos, le repetía siempre. El espejo que hay tras las botellas le devuelve una imagen distorsionada pero quizá más real de lo que ella desea ver.
El hombre permanece quieto junto a su vaso, la mano temblorosa pero firme ante la destrucción que sin duda lo conduce cada noche a ese mismo lugar.
Ella decide acercarse y susurrarle al oído, con dulzura, que debe marcharse, es tarde. Entonces él, sumiso, se levanta con cierta torpeza, bebe el último trago y se dirige a la puerta. Justo en ese momento se da la vuelta y dice: “¿Georgina, crees en el amor?” Ella siente un escalofrío repentino, recuerda la nieve bajo sus pies y un dolor intenso. Un tipo alto y desgarbado cruza la puerta entonces apartando al hombre que permanece inmóvil a modo de interrogante -con cierta súplica en los ojos difícil de describir, de entender incluso- agarra su brazo y la empuja hacia él mordiéndole el labio inferior con fuerza, a modo de marca. Ella se golpea contra la barra por la agresividad del impulso. “Hora de irnos a casa, nena”, dice él. Cuando ella busca con la mirada al hombre en la puerta ya no hay nadie, tan sólo la lluvia contra los cristales, cada vez más fuerte, más profundo… dentro.