PRESENTACIÓN SÁBADO DÍA 4 DE MAYO A LAS 18H
 
LIBROVIEDO

LIBRERIAS CON ENCANTO:
 CERVANTES
 
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Concha Quirós se para un momento a contemplar la planta que nos acaba de enseñar ―la librería tiene cuatro, escalera para arriba, escalera para abajo, háganse una idea, y Concha tiene 77 años; somos nosotros quienes caminamos tras ella― y concluye, en un suspiro: “Mucho libro, mucho libro…”.
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La fundó su padre en el año 1921. “Cuando volvió de Cuba, supuestamente enfermo y ya para morirse. Luego moriría a los 95 años; y aún seguía viniendo a la librería”. Su madre era Maestra. Concha estudió como ella Magisterio y luego además Filología. Sería ya cuando acaba sus estudios cuando comienza a trabajar con su padre, “era la mayor y tenía que ayudar; bien es cierto que lo hacía encantada; me gustaban mucho los libros, casi tanto como ahora”.
Su despacho está en la cuarta planta, la más alta; atestado de libros, de recuerdos de todo tipo atesorados a lo largo de toda una vida dedicada a lo que más feliz le hace, asegura, con una amplia sonrisa: “esta librería”. “Es el sitio donde trabajo, me tenéis que perdonar el desorden”, se excusa mientras recoge unos libros y los coloca sobre otro montón para que podamos sentarnos. Con la misma ilusión que el primer día —no es que la conociéramos entonces, entendámonos; es sólo que se nos antoja imposible ponerle aún más entusiasmo a la cosa—, va desgranando lo que supone para ella su profesión: “Somos libreros libreros. Mi padre ―señala la pared donde está su retrato, ufana— lo era de una manera innata, lo fue en la época de posguerra, una época de muchos libros censurados, libros de trastienda, controlados por él”. Fue entonces cuando la librería comenzó a perfilarse como un lugar de encuentro, durante aquellas reuniones ya fuera de horario, a puerta cerrada. “Había hasta un policía secreta, me acuerdo. Venían a por libros, eran reuniones improvisadas en torno a ellos, y como no siempre había para todos ―eran ejemplares raros de encontrar por aquel entonces, títulos prohibidos― tenían que turnarse, unas veces le tocaba a uno quedarse sin él, otras le tocaba a otro.” Tiene una anécdota que nos va a servir para seguir ilustrando lo que es para esta Quirós ser librero, el espíritu que envuelve todo lo que maquina Concha; nos la cuenta: “Dolores Medio ganó el premio Nadal en el 52. Era también una maestra asturiana; lo ganó con la novela Nosotros los Rivero; una persona, digamos, no adicta al régimen. No es que fuera comunista ni nada; no era afín, eso es todo. Cuando salió el premio Nadal mi padre se fue a Barcelona, en el tren de entonces, imagínate, un tren de aquellos de antaño con tablones de madera, día y medio o dos días tardaba en llegar a destino. Fue a esperar que saliera el libro. Cuando sale por fin de imprenta se compra 500 ejemplares, que entonces eran mucho más que ahora, y se los trae hasta aquí como equipaje. Se adelantó lo menos 15 días a los demás, algunos medio enfadados… y mi padre «Ah, no, no, fue en buena lid, cada uno se gasta el dinero como quiere». Era un hombre muy decidido.”
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Es lo cierto y verdad que podría haberse retirado hace 20 años, teniendo como tiene desde entonces el relevo de la tercera generación, su sobrino Alfredo Quirós. “Pero es que a mí de aquí no me echan ni con agua caliente ―se ríe; disfruta hablando de su pasión, nos la contagia―; este mundo, los libros, todo esto es apasionante, no me cansaré nunca”. El local donde ahora está Cervantes tiene 25 años, la librería va para 100. “Llevo yo más de 50 al pie del cañón, y no me resigno. La semana pasada salí a hacer unas fotos del escaparate, todavía con bastón”―se había roto hacía nada un pierna, andaba esos días recuperándose del todo― “y pasó justo cuando estaba haciéndolas un chico por la calle, la cabeza rapada, muy moderno: «Joder con la señora, en una mano el bastón y en la otra el iphone». Y no es que presuma, en absoluto, es que refleja esto que te digo: es verdad que soy una señora de bastón, tengo una edad, etc, pero no voy a dejarme arrumbar, quiero continuar, seguir haciendo lo que me gusta.”
Todos los meses organizan lo que llama Foro Abierto, una serie de actividades, encuentros con escritores, con lectores. “La semana pasada, sin ir más lejos, tuvimos a un autor que te recomiendo si no lo leíste, Jesús Carrasco, presentando su novela Intemperie. Es la primera vez que se pone a escribir, un chico majísimo, con un gran sentido del humor y en absoluto conocido en el mundo del libro. Para mí es la novela del año; lleva ya siete ediciones, sin publicidad, solo el bocaoreja. Es dura, sobrecogedora, llena de esperanza a la vez. ”. Y nos cuenta cómo vive ella lo de recomendar un libro, cómo se aprende este oficio con los años: “Tú dime qué te pareció cuando lo leas, creo que cuando recomiendas un libro estás también creando una especie de vínculo, y es una manera de conocer a esa persona, sabrás más sobre ella cuando vuelva y te diga qué le ha parecido”.
Cervantes es también una de las Librerías con huella, una pequeña ―en número, son cuatro― comunidad de libreros de la que hemos hablado en alguna ocasión (cuando fuimos a visitar la Librería GIL en Santander y a Oletvm en Valladolid), “tenemos un lenguaje común, nos entendemos, intercambiamos ideas, llevamos a cabo proyectos juntos”. Así, por ejemplo ―se le ocurrió esta vez la idea a Concha― han organizado un concurso de microrrelatos, “Hay que echarle imaginación, no parar de hacer cosas”.
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En la librería trabajan en total 24 personas, contando con la librería infantil, muy cerca una de la otra. Concha tiene claro, lo repite muchas veces, entonces, que lo importante en estos tiempos “es tener imaginación”. Sabe que tiene que tratarse también de no tener que prescindir de nadie, “hay personas que llevan toda la vida trabajando con nosotros, que forman parte de esta librería como la puedo formar yo. Se ha jubilado ahora con 65 años un trabajador que llevaba más de 50 años con nosotros. Y así casi todos. Gente que trabaja como leones, además, muy comprometidos”. Les es tan fiel como ellos le han sido durante tanto tiempo. Es difícil no dejarse conmover por esta lealtad en unos tiempos en los que lo que se facilita, las medidas que se suelen proponer para ayudar a empresas de este tipo desde las instituciones, giran en torno al cómo despedir más barato. La importancia que Concha le da, de corazón, de verdad, al equipo humano que durante todo este tiempo ha estado a su lado, la consideración que le merecen estos auténticos pilares sobre los que se ha cimentado un proyecto no sólo de negocio, es digna de admiración y respeto.
Pasar dos horas hablando con Concha no es nada, nos sabe a muy muy poco. Andamos tramando, desde que salimos por la puerta, planes para volver, para poder encontrarnos más veces; que yo quiero que me cuentes más, muchas cosas más; qué se está editando, a quién tengo que conocer, qué no he leído todavía… ”Tú de mayor quieres ser como Concha, Raquel.” Pues claro, ¿acaso tú no?