LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
 
 
 
 
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado, ...

como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
 
 
 
 
 
Gabriel Celaya

Exijo que el servicio de Urgencias de cualquier hospital y en este caso el Hospital de Asturias ofrezca en primer lugar una mayor y mejor atención al paciente en todos los sentidos pero muy especialmente ante una situación que me parece muy grave.  Un paciente o una paciente que acude un servicio de urgencias con pensamientos suicidas o de autolesión debe ser tratada con sumo cuidado y por profesionales que conozcan un protoloco adecuado y medidas básicas en Prevención e Intervención en suicidio. Intervención que supone salvar la vida de esa persona.

Que los propios médicos y profesionales de la sanidad arrojen – y esa es la palabra exacta- a una persona que sufre este desahucio interior de vuelta hacia una casa que puede ser la raíz del problema u ofrezcan soluciones de mesa de estado e inservibles por tanto como pedir consulta con el centro de salud mental correspondiente cuyo teléfono está siempre desconectado y cuya media de revisión trascurre entre dos y tres meses de sufrimiento por parte del paciente para luego ser callado con un importante número de pastillas pero sin escucha activa alguna o preocupación por patología y principalmente causa o vida propia – la gente no enferma o se desespera por gusto o aburrimiento, créanme- exige un mínimo de coherencia con tu trabajo y tu nivel de vergüenza ante situaciones así. Desde luego tras mi conciencia no pesa muerte alguna, no sé tras la de otros/as.

Escuchen al paciente por favor y miren sus ojos, en su mirada lo dice todo. Que acudir a un servicio de urgencias por una patología mental no implique tener que clavarse un cuchillo o realizarse cortes perfectos en ambos brazos y piernas para que entonces al menos se situé al enfermo en una sala contigua y una enfermera diga eso de: qué carnicería mejor haberte cortado en un sitio que se vea menos.

Luego nos sorprendemos y cabreamos cuando una persona estrella un avión, persona que tal vez ha buscado ayuda una y otra vez.  Fácil culparle luego, pero el avión lo estrellamos entre todos, las pautas que nosotros fijamos y el destino al que hemos lanzado a ese hombre o esa mujer que ahora lee esto que escribo.

Atentamente,

Ana Vega

 
La sociedad mas cobarde de todos los tiempos
 
 
 
 


En su inquietante ensayo ¿Qué es un dispositivo?, el filósofo italiano Giorgio Agamben llega a la conclusión de que hoy tenemos “el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad”. Esa docilidad y esa cobardía que Agamben percibe y describe esta relacionada con los teléfonos móviles y con las tabletas a las que vive conectado un habitante común del siglo XXI.

La gente ha dejado de ser exigente y rebelde y parece estar dispuesta a soportar todo tipo de abusos y vejaciones: que le roben, humillen y les arrebaten los derechos básicos que conquistaron sus antepasados a base de lucha y sangre. Tiene toda la razón Giorgio Agamben cuando dice que nunca en la historia de la humanidad la sociedad ha sido tan dócil y tan cobarde.

Y la clave de ese drama que nos hace indignos y esclavos está en dos factores aparentemente inofensivos e inocuos: estamos mas distraídos y confundidos que en cualquier otro tiempo del pasado.

Nunca antes habíamos tenido mas información a nuestra disposición. Nos llega a través de los canales de radio y televisión, de los medios escritos, de Internet y hasta en los comentarios y conversaciones. Es tanta y tan variada la información que nadie es capaz de procesarla e identificar que es verdad y que es mentira. El resultado de ese océano informativo es la confusión. Los gobiernos están felices porque han descubierto que mas útil que mentir es confundir y saturar a los ciudadanos con muchas versiones de la realidad, casi todas verosímiles y creíbles, pero casi todas también falsas.

La otra clave está en que nunca antes habíamos consumido tantos dispositivos. Estamos permanente distraídos, con la atención puesta en demasiadas cosas simultáneamente y eso nos hace vulnerables. Hemos abierto demasiadas puertas y la atención que requiere atenderlas a todas nos va condenando poco a poco a la individualidad, nos va convirtiendo en individuos que se bastan a sí mismos, que pueden prescindir, cada vez con más confort, de la vida en comunidad.

Hemos olvidado una de las grandes lecciones de la Historia: que el hombre es tanto mas fuerte cuanto mas se une a sus semejantes. El hombre insertado en una comunidad que discurre en común y que tiene objetivos comunes es casi invencible y logra derechos como la libertad y la fortaleza, pero cuando se aísla y está solo se convierte en presa fácil para los poderosos, que siempre están a la caza de esclavos.

Los teléfonos y las tabletas aportan ventajas como el acceso a la información y cierta manera de relacionarnos, pero también han conseguido atomizar a la sociedad y por eso estamos cada día más solos y somos hoy más dóciles y más cobardes.

Esa soledad, unida a la confusión que provocan el bombardeo mediático y el ocultamiento sistemático de la verdad nos expone permanentemente al discurso oficial de este milenio, que es el de la preocupación de los Estados por la salud y bienestar de sus ciudadanos, una rotunda falsedad que se convierte en verdad porque es repetida cientos de miles de veces.

Nos sentimos "cuidados" por el poder cuando vivimos bombardeados por millones de dispositivos que nos repiten con insistencia sospechosa, lo perjudicial que puede ser fumar, beber alcohol, consumir grasas saturadas, no hacer ejercicio, la decadencia física, la vejez, el peligro y exponerse a enfermedades que cada día son mas amenazantes.

El miedo es el principal recurso del poder y, unido a la confusión y a los juguetes que nos aíslan, forman el tridente mas eficaz de todos los tiempos para liquidar el brío, la rebeldía, la valentía y el orgullo, logrando, además, estimular la cobardía.

Nuestros políticos, en nombre de los grandes poderes financieros que comandan el mundo, han logrado que seamos el grupo humano más dócil y más cobarde que ha producido la humanidad.

La televisión consiguió alienar y estimular el miedo, pero al menos se veía en compañía, mientras que los teléfonos y las tabletas nos aíslan y nos hacen seres solitarios. Cada uno ve lo que quiere y lo ve en soledad. El mundo se atomiza y la gente deja de unirse y asociarse. Ante ese panorama, el poder sonrie y se siente seguro para poder robar, oprimir, aplastar y sojuzgar.

La música, que antes era un fenómeno colectivo, que incitaba a que los amigos se reunieran para bailar y disfrutar, ahora se escucha en soledad, a través de los cascos. La gente ni siquiera ve su entorno mientrasd camina por las ciudades enchufada a sus cascos. Solos, completamente solos en medio de la multitud... y cada día mas asustados. Pura carne de esclavitud ambulante.

Quien piense que la atomización de la sociedad, el miedo y el aislamiento son fenómenos culturales y sociales espontáneos se equivoca porque responden a un diseño de sociedad estimulado desde el poder para fabricar cobardes y esclavos sometidos. El viejo "Divide y vencerás" ha sido sustituido por el "Atomiza y reinarás" sobre una multitud de individuos solitarios, dóciles y acobardados.